viernes, 19 de diciembre de 2008

Corresponsal de viaje. Hoy: Grandes escapes (Parte I)

Corresponsal: Bush Doctor

El viaje era desde Puerto Iguazú hasta Salta, 1200 kilometros, 18 horas de viaje.


Salíamos a la mañana. Pagamos un pasaje caro para viajar más cómodos, pero no podíamos ir hasta Salta sin porro, no hay asiento reclinable que reemplace el confort de saber que tenés porro y mucho. ¡Y dónde mejor para comprarlo que en la triple frontera!


Ya la compra fue particular. Nadie nos quería vender y nadie nos quería decir nada de grandes cantidades. Al final con uno de los pibes que dormía en la terminal llegamos a un acuerdo. Nosotros le dábamos veinte pesos y él volvía dos horas después con 100 gramos. Esto fue a las seis de la tarde del día anterior a tomar el micro de las 10 de la mañana. Nos teníamos que encontrar a una cuadra del hostel y a una cuadra de la terminal, en la misma esquina en que le dimos la plata.


Volvimos al hostel felices y contentos de nuestro arreglo, y como el cazador que vende la piel del oso antes de carnearlo, nosotros decidimos festejar la adquisición fumando uno tras otro los pocos porros que nos quedaban.


Al rato, como a las siete, muy locos, nos dimos cuenta de que se había largado la tormenta tropical que aparece en los documentales de Discovery y no sabíamos cómo hacer para encontrarnos, ni donde y si vendría más tarde. Si buscarlo en la terminal, ir a la esquina o qué onda. Decidimos cagar mojándonos quince minutos cada uno por las siguientes tres horas más o menos. La noche entró y la lluvia no paró y ya no teníamos más ropa para cambiarnos y decidimos fumar el último porro armado con el rejunte de tuca y pelusa de bolsillos y demás y ya fue, nos vamos limpios.


A todo esto sería conveniente aclarar que llevábamos unas dos semanas viajando, fumando mucho, nosotros dos y compartiendo con mucha gente. La mayoría de los que compartían rondas eran drogadictos y contaban historias de cómo habían detenido a uno y de con cuánto habían encontrado al otro. La conclusión era que había que pasar más de mil kilos o quedabas re pegado. Si llevabas mil kilos y te agarraban, perdías la mitad de la carga. Eso es lo que se contaba en la zona.


A nosotros a la ida nos habían parado una vez y el perro había olido nuestras mochilas con particular atención pero nadie hizo demasiada alharaca. Ya que nadie nos detendría por tráfico, sino por pelotudos, porque llevar marihuana de Buenos Aires a la triple frontera, es como traer cocaína de Europa a Bolivia.


Pensando en eso y en que el motivo de nuestro viaje era laboral, era como bastante conveniente viajar limpios y no quedar pegados. Así que bueno, perdimos veinte pesos y tendría que comprar marihuana muy cara en salta, pero de allí no pasaba el problema...


Al día siguiente, nos levantamos temprano para emprender el viaje y como no teníamos nada que fumar terminamos de armar las mochilas mucho antes.


Continuará...


¿El punterito improvisado habría sido detenido?

¿Eramos más boludos por el tráfico buenos aires-triple frontera, o por los 20 pesos perdidos?

¿Qué clase de viaje laboral permite ese ritmo de consumo?

Dicen que la tuca hace mal a la garganta... pero ¿qué hay sobre la pelusa de bolsillo?

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